De la canción más explosiva de 2023 a pagar una multa multimillonaria para proteger a su familia
Shakira, el aullido viral, la manada. El año de la cantante colombiana empezó con el hit mundial con Bizarrap y termina con problemas por fraude fiscal en España
Su actuación en los Latin Grammy 2023 está a punto de terminar. Tiene adherido a la piel un catsuit de Jean Paul Gaultier que parece un tatuaje, la melena dorada suelta, el cuerpo al servicio de una coreografía vehemente. Entonces el beat musical cambia y Shakira, de espaldas al público y a las cámaras y a sus hijos que la observan desde la primera fila y al mundo entero, baila. Baila candombe.
El jueves 16 de noviembre, en unos Grammy Latinos que por primera vez se realizan en España, la tierra en la que la colombiana dejó abiertas todas sus heridas íntimas al enterrar el sueño de la familia feliz junto a Gerard Piqué, y al mismo tiempo que sacude la cadera al compás de unos tambores uruguayísimos, Shakira vuelve a sorprender. Mientras se come la escena, la autoproclamada loba se deja ver así: como una potra salvaje a la que ningún rodeo parece poder contener.
Cuatro días más tarde, sin el brillo ni la estridencia ni los himnos de empoderamiento a su alrededor, otra versión suya recorre el mundo. Shakira, con su traje y su bolso y sus zapatos y sus gafas de un rosa lavado, el pelo como una cortina abierta que cae a ambos lados de su rostro, la cara impasible, camina firme en las afueras de la Audiencia de Barcelona. Hace caso omiso a las preguntas que le grita la prensa. En un momento repara en alguien que se acercó a apoyarla: le tira un beso, le sonríe apenas, se da golpes ligeros en el pecho en un agradecimiento mudo y universal.
Una vez adentro, sentada frente a las autoridades que están a punto de resolver su futuro, despojada de sus lentes y con el gesto que intenta no ceder ante la angustia, Shakira es una fiera resignada, que sabe qué peleas hay que sostener.
Es lunes 20 de noviembre y, aunque la colombiana pasó años insistiendo en su inocencia, acaba de aceptar ante la Justicia que defraudó al fisco español al evadir impuestos durante dos años, entre 2012 y 2014. Es una negociación, una decisión que la exime de un juicio largo y un nuevo escándalo mediático: va a pagar millones de euros (en total, los 14,5 que debía, más tres millones de intereses y 7,3 millones en concepto de multa), se va a salvar de la cárcel, va a mantener el foco donde siente que tiene que estar.
El 16 de noviembre, tras ganar el Latin Grammy a Canción del Año por su colaboración con Bizarrap, le dedicó el premio a sus dos hijos, Sasha y Milan:
El 20, ni bien selló su acuerdo con la Justicia, fue a sus historias de Instagram, compartió el video del emotivo discurso y escribió:
El 11 de enero de 2023 fue miércoles y cientos de miles de personas asistieron en tiempo real al estreno de la sesión de Shakira y Bizarrap. Al lanzamiento de una canción pop que ya era hit antes de haber nacido lo rodeaba un aire de acontecimiento histórico: el productor argentino que le dio vuelta a la maquinita del fenómeno musical concretaba su salto más ambicioso y Shakira, a seis meses de haber confirmado su separación de Piqué, iba a escupirlo todo.
Shakira, dirían en España, lo iba a “petar”.
La canción más explosiva en la carrera de la colombiana salpicó hacia todos lados. Abrió un debate público sobre arte, despecho o barbarie. Levantó preguntas: ¿acaso no pensó en sus hijos?, ¿por qué tuvo que meterse con la nueva novia de Piqué?, ¿y qué dirá Piqué?, ¿este es un acto heroico?, ¿es una venganza o es un golpe de impacto?, ¿estrategia de marketing o pura creatividad? Generó infinidad de conclusiones y respuestas.
Repercutió hasta en la órbita empresarial.
A horas del estreno y luego de que Casio —como Rolex, Ferrari, Twingo— fueran carne de metáfora para Shakira y su catarsis, el gerente general de la marca en Latinoamérica, Toyotaro Hiraishi, declaraba que, en la región, las ventas se habían triplicado. El “efecto Shakira” daba resultados inmediatos.
Ni siquiera terminaba enero y ella ya era una de las figuras de 2023.
Lo que vino después fueron marcas históricas. Shakira se convirtió en la primera artista femenina en llegar al top 10 de la lista Billboard Hot 100 con un tema en español y batió cuatro récords Guinness, todo por la “Session Vol. 53”. Se convirtió en la primera Mujer Latina del Año de la revista Billboard, en la primera en ganar el Latin Grammy a Canción del Año en tres décadas diferentes, en la artista femenina latina más escuchada en la historia de la plataforma Spotify.
Lo que vino después fueron canciones, mudanzas, rumores, virales, campañas publicitarias —incluyendo una con locaciones uruguayas; ni siquiera pasó por aquí—, galardones, titulares, discursos, promesas. En algún momento dijo que estaba más inspirada que nunca, “en luna de miel con esto de hacer música”, enamorada de una carrera que también es terapia, renacimiento, sanación. Dijo que iba a sacar un disco y que de él saldrá el tour más grande de su historia. Y que a veces pensaba que la vida de madre soltera y estrella pop no eran compatibles, pero que ahí estaba, para insistir, para seguir intentando.
Al final, ser una loba se trata de eso: de las ganadas y las perdidas, de las canciones que arrasan, de un constante desafío, de la exposición más feroz, de cuidar a la manada.