Piense en un muro imaginario que divida Montevideo y separe el norte del sur con un límite, pongamos, en Avenida Italia. Las diferencias sociales a medida que uno se adentra en una y otra zona son, claro, profundas. Pero miremos un solo aspecto: la seguridad. De un lado, en el Montevideo sur, los homicidios son algo extraño, más allá de episodios violentos que suceden cada semana: la tasa es muy baja y en algunas zonas tiende a cero, similar a la de cualquier país europeo. Del lado norte, los muertos se acumulan: en algunas calles y esquinas la violencia campea y las balas perdidas, esas que pueden terminar con una vida de la forma más injusta, son una realidad casi diaria. Los cuerpos, de personas cada vez más jóvenes, llegan acribillados a la morgue en episodios donde se usan armas de alto calibre. También aparecen, en menor medida, cuerpos calcinados o descuartizados. En algunos barrios la tasa de homicidios es similar o superior a la de México o varios países de América Central.

De las cuatro zonas policiales que existen en Montevideo, dos –la 3 y la 4- concentran el 80% de los asesinatos. En 2022 la seccional policial con mayor tasa fue la 8 (Sayago-Prado Norte) con 49,2 homicidios cada 100.000 habitantes, luego la 17 (Casavalle) con 36,8 y la 18 (Villa García) con 36,5. En el otro extremo, las que tuvieron menos homicidios fueron la 9 (Parque Batlle-La Blanqueada) con 1,6 cada 100.000 habitantes y la 10 en Pocitos con cero.

Sí: cero.

El fiscal Carlos Negro, uno de los tres que se dedican a los homicidios en la capital, dice que la diferencia en la tasa de homicidios es “tan brutal” que existe un claro riesgo de “guetización” de Montevideo porque la violencia en la ciudad se distribuye de forma “inequitativa”.

Algunos expertos hablan del “cinturón de homicidios” en Montevideo y al mirar el mapa eso está muy claro: va desde Casabó y Cerro Norte, atraviesa La Teja y Casavalle y termina en el noreste, sobre Punta de Rieles y Villa García. El sociólogo e investigador Gabriel Tenenbaum usa esa imagen y dice que las áreas donde ocurren la mayoría de los homicidios “siempre son las mismas; ahí está realmente el problema, es un tema estructural y viene desde hace años”. Y Diego Sanjurjo, coordinador de Estrategias Focalizadas de Prevención Policial del Delito del Ministerio del Interior, lo simplifica así: “Los homicidios se concentran ya no en barrios ni seccionales; son ciertas manzanas de la periferia donde hay mucha drogadicción, todos están debajo de la línea de pobreza y tienen un nivel educativo extremadamente bajo”.

Entonces, si mirar la tasa de homicidios por zonas o por seccionales policiales puede ser engañoso, ¿cuáles son las calles y esquinas más peligrosas de la capital? El País analizó y mapeó los datos georreferenciados de homicidios en la última década (2013-2022), a partir de información del Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior.

Y de allí surge que hay zonas específicas de la ciudad, no necesariamente barrios enteros, donde ocurren gran cantidad de homicidios. En el mapa se ve lo que se denomina áreas calientes (hotspots en inglés) con alta concentración de crímenes en la última década.

Puntos calientes: las zonas donde han ocurrido más homicidios

Mapas: El País. Fuente de datos: Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad, Ministerio del Interior. 

Son seis: Cerro Norte (hay una zona en particular entre las calles Haití, Porto Alegre, Puerto Rico y pasajes internos), varios puntos de Casabó, la zona de Los Palomares en Casavalle con el eje de Aparicio Saravia y San Martín como referencia, el 40 Semanas, varios puntos de La Teja-Tres Ombúes y, no muy lejos de allí, un área de Nuevo París cercana a Luis Batlle Berres y ruta 5.

El fenómeno del aumento de la violencia a veces se simplifica como “guerra de bandas”. No todos los homicidios son por eso, y ni siquiera está tan claro que sean la mayoría. Pero es un hecho que en varias de estas zonas hay bandas o clanes familiares con peso.

El consultor en seguridad Edward Holfman asegura que en la capital estamos “ante la cuarta generación de narcos, es mucho más violenta y expandida”.

Hoy, según supo El País, la Policía tiene identificadas 46 bandas vinculadas al microtráfico en el área metropolitana (“es una cifra que va fluctuando, según cómo intervenimos sobre los grupos criminales”, dice una fuente oficial), algunas más arraigadas y otras que aparecen y desaparecen. Son grupos que a su vez dependen de distribuidores por encima de ellos.

Tasa de homicidios en Montevideo en 2022 cada 100.000 habitantes
Fuente: Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad. Fuente datos poblacionales: Censo 2011, Instituto Nacional de Estadísticas.

Pero veamos algunos ejemplos. Desde Cerro Norte mandan Los Suárez, un grupo liderado por Luis Alberto “Betito” Suárez, quien empezó en la década de 1990 con hurtos y en los 2000 giró al narcotráfico. El grupo, dicen fuentes policiales a El País, tienen varios “subclanes” que manejan sus bocas, dirigidos entre otros por sus hermanos, “el Ricardito” Cáceres y Lorena “Loli” Suárez. Ellos dos están presos, Betito salió libre el verano pasado.

En Casabó, tal como publicó El País en marzo, está la banda de El Manolo. En el 40 Semanas los Algorta y los Delfino, en Marconi (cerca de Casavalle) los Kamala y en el Borro Los Bartolo. Los Chingas, hace no mucho fuertes, hoy tienen un poderío casi testimonial pues sus principales integrantes están presos o fallecieron. Era un clan familiar de Los Palomares de Casavalle, que en la década pasada desalojó de sus casas a unas 100 personas.

Por estos días toda la atención de las autoridades está en Villa Española, donde hay una disputa por el territorio entre dos familias de arraigo en la zona desde hace más de 15 años: los Albín y la banda de Los Pibitos o Los Suárez (que no son los del Cerro). Allí las nuevas generaciones tienen códigos de violencia que las anteriores no, según dicen fuentes policiales a El País.

Cantidad de homicidios en Montevideo
Montevideo y resto del país
Homicidios de enero a setiembre de 2022 y 2023.

Bien al sur y bien al norte están las dos situaciones más complejas del país en cuanto a la inseguridad. En 2022 la tasa de homicidios de Montevideo –que, en comparación con otros delitos, es la más real porque no existe subdeclaración– fue la segunda más alta del país, solo superada por Rivera: 15,6 homicidios cada 100.00 habitantes en la capital contra 16,4 en el departamento del norte.

La tasa nacional fue de 10,8, de las más altas de América del Sur. Arriba están Venezuela, Colombia, Brasil y Ecuador.

Hace unos días se conoció el Estudio Global de Homicidios 2023 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por su sigla en inglés), donde Uruguay aparece mencionado junto con Ecuador y Chile como casos problemáticos en homicidios y crimen organizado. Y, en una selección de 45 países, Uruguay está segundo en porcentaje de homicidios por crimen organizado, detrás de Jamaica.

Según los datos del Ministerio del Interior hasta setiembre, en Montevideo el 57,2% de los homicidios entró este año en la categoría “ajustes de cuentas/conflictos entre criminales”, algo vaga dicen especialistas. Pero una década antes, en 2013, era apenas el 33,5%.

¿Y cómo evolucionaron las cifras globales de homicidios en la última década en la capital? En 2013 fueron 164 y en 2022, 217. Fue el segundo año con más casos de la historia, detrás de 2018, cuando hubo 224 asesinatos.

Motivos/circunstancia precipitantes
Enero a Setiembre 2023 para los homicidios de Montevideo.
Tasa de homicidios por departamento cada 100.000 habitantes en 2022
Los "rafagazos"

Los forenses relatan que los muertos –jóvenes, varones y pobres, ese es el perfil– son cada vez más pero también cambió la modalidad y el tipo de balas. Hace muchos años eran casi todos proyectiles calibre 22: “Hoy no encontrás un 22 ni en un cumpleaños de 15”, ironiza un forense. Como las armas son poderosas, muchas veces los proyectiles no quedan en los cuerpos: entran y salen.

Pero además los “multibaleados”, que antes eran casos excepcionales, son diarios y hay cadáveres con 10, 20 o 30 orificios: se usan armas modificadas y con un disparo sale una ráfaga.

Hoy lo excepcional, relata un forense, es que llegue un muerto con una única herida.

El fiscal Negro también habla de “las famosas ráfagas” o, como dicen los delincuentes, “los rafagazos” en los barrios periféricos y dice que representan más del 50% de los homicidios. Negro pone un ejemplo: “Pasan dos en una moto y uno de ellos lleva una pistola semiautomática Glock transformada en automática con un mecanismo clandestino que hace un armero”. Esa arma se transforma en una metralleta que desde lejos dispara 25 o 30 disparos por segundo. “Claro, eso ocasiona la muerte del objetivo pero también de gente inocente en la zona que recibe una bala”, dice el fiscal.

Los cuerpos carbonizados, generalmente para intentar ocultar pruebas, también son habituales, aunque no tanto como los multibaleados. ¿Y los descuartizamientos? Suceden pero mucho menos de lo que parece. “Yo le quitaría la nota de crueldad porque muchas veces se da para ocultar el cuerpo” y no como un mensaje mafioso, dice Negro. “Algún caso hay sí pero no es lo habitual”, afirma el fiscal. Para el consultor Holfman, ocurren por ambas cosas: para borrar pruebas pero también para dar un mensaje hacia adentro y afuera de la organización, lo que genera “poder y marcar territorios” como un sello de los grupos criminales.

Una norma de la Rendición de Cuentas que entra a regir el próximo año agrava la pena para los homicidios cuando hay descuartizamientos. Sobre esto los fiscales discrepan “porque si se descuartiza un cadáver es un cuerpo sin vida y entonces el homicidio no tiene nada que ver; es un error jurídico grave”, dice Negro.

Fotos: Fernando Ponzetto, Archivo El País. 

¿Hay una guerra?

El año pasado cerca del 80% de todas las víctimas de homicidios tenían antecedentes penales o habían tenido problemas con la ley, según los datos oficiales. Lo que crece, dice Sanjurjo, asesor del Ministerio del Interior, es el homicidio interdelictivo, o sea homicidios que los cometen y los sufren personas asociadas a la delincuencia.

Pero Sanjurjo opina que este fenómeno no solo puede asociarse al narcotráfico o a los problemas entre bandas: “En realidad, una minoría de los ajustes de cuentas tienen como causa una deuda asociada al narcomenudeo. La mayoría se matan entre sí por razones muy variadas: puede ser por temas de drogas pero en la mayoría de los casos son por peleas, porque uno le sacó la novia al otro, le faltó el respeto, porque baleó a un amigo y cosas así”.

Negro y Tenenbaum coinciden bastante: no todo es guerra entre bandas, más allá de que a veces la propia Policía lo diga. “No es lineal, aunque incide”, dice el fiscal, “hay muchos homicidios por revancha o rivalidad de grupos familiares por disputa de territorio que no siempre tiene que ver con tráfico”. La pelea es quién manda en el lugar.

Para Holfman, cuando se generaliza y se habla de ajustes de cuentas se incluye desde la pelea por el territorio entre bandas hasta los asesinatos a los deudores de las bocas. “Te podés imaginar que en esos lugares no te fían y no te dan en consignación: si uno no paga y se vuelve cotidiano, genera problemas para el negocio y además el de la boca siempre tiene un jefe que pasa y levanta la plata”, dice el experto.

Tenenbaum, profesor adjunto del Departamento de Sociología de la Udelar, advierte que hablar de guerras entre bandas como única explicación para el alza de homicidios  muestra “mucha ingenuidad e ignorancia”. El sociólogo sí cree que el aumento de los casos desde 2012 pero sobre todo desde 2018 está relacionado “al mercado de las drogas ilegales, pero dentro de eso hay muchas cosas”. Y la radicalización de la forma de matar “se vincula a prácticas del crimen organizado”.

El fiscal Negro dice que no es casualidad que Montevideo y Rosario, ambas en la hidrovía, “están explotando en materia de violencia”. Las dos ciudades tienen puertos de salida de la droga de Bolivia y Paraguay y, dice Negro, “son las dos más complicadas” en la zona a nivel de violencia y narcotráfico. En esa misma línea, el periodista argentino Germán de los Santos, autor del libro Rosario: La historia de la mafia narco que se adueñó de la ciudad, dice que Montevideo empezó a mostrar algunos síntomas similares a los que surgieron en Rosario hace una década (ver recuadro más abajo).

Otro dato: los homicidios con motivos no aclarados rondan el 50% y eso también está vinculado a la violencia entre grupos familiares. El fiscal Negro explica así por qué es difícil encontrar a los culpables: “Son homicidios que se cometen, no por la pasión del momento, sino con cierta planificación; se ponen cascos y pasan en moto, eligen zonas donde no hay cámaras, se van rápido y de noche”. Sanjurjo agrega que entre las familias de las víctimas hay “personas que no piden ayuda, que no colaboran con la Justicia, no quieren que el Estado los proteja; así es difícil investigar”.

Para Negro, hay que asumir las consecuencias de la política de encierro indiscriminado y menciona la derogación en la LUC de la suspensión condicional del proceso, que posibilitaba penas alternativas a la prisión en delitos de poca entidad y se eliminaban los antecedentes penales. “Fue un grave error del legislador que ocasionó un incremento de los presos; más el ingreso de drogas a la cárcel con penas altísimas”, dice el fiscal. Hoy las personas salen de la cárcel “más violentas, duplicando el problema que tenían”.

El encierro masivo, el poderío de las armas y la criminalidad de grupos familiares son, a juicio del fiscal, tres factores principales que terminan arrojando los números actuales.

Con este escenario, cuesta imaginar un panorama que mejore en cuanto a los homicidios.

–No hay ningún dato que indique que vayan a bajar –dice Negro-. No hay evidencia. Uno solo puede tener esperanzas o hacer un voto de fe.

Las bandas brasileñas que operan en Rivera

El año pasado Rivera fue el departamento con mayor tasa de homicidios: 16,4 cada 100.000 habitantes. ¿Qué pasa allí? Es evidente que hay un fenómeno vinculado a la frontera y, por la cercanía con Brasil, en los últimos años se detectó la incidencia de organizaciones criminales brasileñas: Bala na Cara, Os Manos y Os Tauras.

El sociólogo Gabriel Tenenbaum dice que esas bandas son “mucho más poderosas que las uruguayas” y que se sabe que “operaban tranquilamente en la zona y se enfrentaban”. Ahora “se escuchan menos pero no quiere decir que no estén, deben seguir operando en relación al Primer Comando de la Capital, una organización muy grande”. ¿Qué pasaría si esas bandas poderosas entraran fuerte a Uruguay? Tenenbaum prevé un panorama complejo: “Acá la Policía no puede siquiera controlar a organizaciones domésticas, la mayoría de familias extensas, grupos de amigos; no son organizaciones de 50 personas ni grandes jerarquías”.

El consultor en seguridad Edward Holfman dice que hace años viene advirtiendo de la situación en Rivera y que un factor clave es el papel de la cárcel de Cerro Carancho. “Al ser una cárcel regional, mucha de la gente que fue para ahí terminó llevando a su familia y después no volvió”, explica, “hay un barrio en Rivera exclusivamente con gente que salió de la cárcel y generó un desplazamiento del delito”.

“Montevideo muestra síntomas similares a los de Rosario hace una década”

Germán de los Santos es un periodista argentino, corresponsal del diario La Nación en Rosario. Con Hernán Lascano acaba de publicar Rosario: La historia de la mafia narco que se adueñó de la ciudad (Editorial Sudamericana). De Los Santos habló con El País sobre la realidad de su ciudad y la comparó con la de Montevideo.

La tasa de homicidios de Rosario es cuatro veces mayor a la de la Argentina. ¿Cómo fue ese proceso y en cuánto tiempo se dio? ¿Qué factores incidieron?

-A partir de 2013 se produjo en Rosario un salto muy importante en la cantidad de los homicidios al llegar en ese momento a 263 asesinatos en un año. Aunque en 2012 ya empezaba a observarse un crecimiento de la violencia ligada a la venta de drogas al menudeo, en 2013 se vio una dinámica atípica que dejaba en evidencia las luchas territoriales por el manejo del narcomenudeo a partir del crimen de Claudio Cantero, alias Pájaro, líder de Los Monos. Se consolidó como método para ganar espacios dentro del mercado de drogas un uso extremo de la violencia con la utilización de sicarios rústicos y precarios como gestores operativos de los crímenes. Desde esa época hasta ahora Rosario no logró bajar de manera consolidada ese nivel de violencia, que rompió un nuevo récord en la ciudad el año pasado con 288 asesinatos. La pérdida del control de la calle por el Estado, con una policía atravesada por altos niveles de corrupción, y una marginalidad en ascenso, espacios vulnerables de donde se nutren las bandas narco, provocó que el uso de la muerte se convirtiera en un negocio que se gestiona desde las cárceles, que es donde están hoy alojados los principales líderes de estos grupos criminales.

-En Rosario cerca del 76% de los homicidios se vinculan al narcotráfico. En ese sentido, en Montevideo no estamos tan lejos de ese porcentaje: en lo que va de este año los homicidios por ajustes de cuentas/conflictos entre criminales son el 57,2% del total. Una década antes, era apenas el 33%. ¿Hay señales de que Montevideo siga el camino de Rosario?

-Montevideo empezó a mostrar algunos síntomas similares a los que surgieron en Rosario hace una década. El uso de la violencia como ordenador del mercado de drogas doméstico provoca escenarios complejos en las ciudades, que fuerzan a que haya zonas donde se empiecen a consolidar territorios tomados por las bandas. En Rosario el Estado reaccionó tarde y luego lo hizo con estrategias que no funcionaron y que solo apuntaron a perseguir a los grupos criminales sin reconstituir el tejido social perforado por la violencia. Considero que Montevideo está en una situación diferente donde aún no se ve una penetración tan intensa de la criminalidad en los barrios. Y no se aprecia un deterioro social tan brusco como el que se dio en Argentina a partir de la sucesión de crisis políticas y económicas que son los espacios donde penetran con mayor facilidad estos grupos criminales, a partir de brindar un porvenir a los jóvenes ligado a una cultura de una vida desenfrenada y opulenta.

-¿Qué papel juega la hidrovía y el puerto de Montevideo en este escenario?

-Otro punto en común entre Rosario y Montevideo es que son ciudades portuarias con salida al exterior. Son puntos apreciados por el crimen organizado para usar los canales de contrabando históricos para “exportar” droga. En Rosario se dio una particularidad en el periodo de génesis del problema narco que fue que había una enorme cantidad de cocaína, porque los contrabandistas como Carbón Blanco cobraban en droga. Quedaba en la ciudad el 10 por ciento de lo que salía al exterior. Eso alimentó a las bandas locales que no tenían relación con ese mercado de exportación. Uno de los últimos reportes de Naciones Unidad habla de la relevancia que tomó la hidrovía durante la pandemia, de ser una ruta de salida de la droga que se produce en Sudamérica. El déficit de los controles en los puertos y la falta de coordinación entre los países que conforman la hidrovía genera espacios ideales para que organizaciones con mucho poder, como Primer Comando Capital y grupos criminales internacionales, utilicen terminales como base de operaciones en rutas oceánicas que cambian todo el tiempo.


Producción y textos:
Sebastián Cabrera
Mapas y datos: Faustina Bartaburu
Diseño: TI El País.