El camino de los Teros hasta Francia

Los Teros aprontan su quinta participación en un Mundial de rugby. Esta vez es la tercera presencia consecutiva. La Celeste ya está en Francia para ser parte del Grupo A junto al país anfitrión, Nueva Zelanda, Italia y Namibia. ¿Cómo fue la participación de Uruguay en la Copa del Mundo de Rugby? ¿A cuántos torneos asistió? ¿Cuál fue el partido más importante en estos años? Las historias de tres jugadores que se ponen la camiseta en el Mundial.
PRESENTA

Mundiales con participación de Uruguay

  • 1999
    Gales, Inglaterra, Irlanda, Escocia y Francia.
  • 2003

    Australia

  • 2015
    Inglaterra
  • 2019
    Japón
  • 2023
    Francia

Guillermo Pujadas: el hooker que llegó al rugby de casualidad

Una complicada lesión lo sacó del fútbol a los 12 años y le impidió el sueño de buscar ser jugador profesional. Pero las vueltas de la vida llevaron a Guillermo Pujadas (26) a meterse en el rugby. Fue a entrenar, probó, se enamoró de este deporte y nunca más se separó de la ovalada. Ahora va por su segunda Copa del Mundo con Los Teros.

El hooker no llegó a ser profesional en el fútbol, pero esa condición la consiguió en el rugby jugando para el club de sus amores: Peñarol.
Y nada fue sencillo en el camino del Bomba porque los golpes que sufrió siendo muy chico parecían ser el preámbulo de todo lo que se iba a venir después, pero con un sabor diferente. “A los 12 me fracturé el fémur jugando un fútbol 5 y me costó mucho la recuperación porque fue como un año y medio. Quise volver al fútbol y mi cuerpo no acompañó. Todo había cambiado y desistí del fútbol. Pero siempre me gustaron los deportes. Probé con el básquetbol y no me gustó. Y un amigo del liceo me dijo para ir a verlo jugar al rugby en un partido de Champagnat. Le dije que iba y a partir de ahí nunca más me separé del rugby”, le contó Guillermo Pujadas a Ovación.

El fútbol nunca dejó de ser parte de la vida de Guille y a pesar de que la mayor parte de su día se la lleva el rugby, siempre hay tiempo para ver un partido por TV. Y esa lesión que sufrió no fue fácil para el hooker. “Tenía 12 años y fue una operación heavy. Me metieron una placa y nueve tornillos. Tuve un yeso que me cubría desde el pecho al tobillo durante dos meses. Después de eso fue como empezar de cero. Tuve que volver a caminar primero y a los siete meses me volvieron a operar para sacarme la placa y los tornillos porque los médicos no querían que yo creciera con eso porque me podía llegar a complicar”, recordó. “Cuando me sacaron la chapa fue todo más rápido porque a partir de ahí aprendí a caminar de nuevo, luego a trotar y después a correr, entonces me propuse meterme a hacer algo y ahí arranqué de nuevo. Opté por el rugby”, dijo Pujadas, que gracias a aquel amigo del Liceo llegó a Champagnat, el club de Punta Carretas que se transformó rápidamente en su segunda casa. El rugby lo enamoró, le regaló amigos y también muchas alegrías. “Yo llegué a Champa y me hice cinco amigos que hasta el día de hoy los mantengo y son clave en mi vida. La disciplina del rugby me encantó, que sea un deporte de contacto también y me divertía mucho ir a jugar. Hasta el día de hoy me divierte. Fue un amor a primera vista”, explicó.

Cambiar de deporte y pasar del fútbol al rugby no fue tan complicado para Guillermo Pujadas. Lo más bravo fue contarle a su familia, sobre todo, a su madre. “Lo más duro de todo eso fue tener que ir a contarle a mi vieja que quería jugar al rugby después de todo lo que me había pasado y de todo lo que habíamos vivido jugando al fútbol. En el rugby iba a ser mucho peor (risas). Pero recién me fue a ver cuando yo tenía 18 años en un partido previo a un Sudamericano Juvenil”. “Mi viejo al principio también estaba negado y capaz era algo normal porque no éramos una familia del rugby o ligada a este deporte. Pero papá a los dos años de haber empezado a jugar le dije que me fuera a ver, fue y quedó fascinado. A partir de ahí no se perdió ningún partido. Mamá siempre apoyó también, pero le costaba por todo lo que había vivido con la lesión, pero un día juntó fuerzas y le pasó lo mismo que a mi viejo: me fue a ver y no me soltó nunca más la mano”, contó.

Mientras tanto, el amor de Guillermo Pujadas y el rugby ya estaba consolidado: “Los primeros años fueron de mucho aprendizaje, agarrar la pelota e ir para adelante. A partir de ahí que ya con 15 años entrás en los procesos de selecciones te vas metiendo mucha más información en la mochila y seguís aprendiendo en todo sentido”.

En Champagnat, Guille hizo amigos y también conoció a grandes entrenadores que le fueron marcando el interminable camino de aprendizajes que hasta hoy continúa recorriendo el hooker de 26 años.
“En Champa tuve muy buenos técnicos como Alejandro Nieto, Rodrigo Durán y también Gonzalo Nieto. Son un montón y todos muy buenos. Ale fue de los primeros, el que más bola me dio y creo que vio algo en mí. Aparte él era mi ídolo porque me encantaba lo que hacía, cómo jugaba (estaba en la selección uruguaya) y cómo lo veíamos nosotros los jugadores. Cuando me tocó entrar a Los Teros en 2018, en una de las charlas que tuvimos dije que era mi ídolo y que era un placer poder estar jugando con él. Por suerte fueron varios años porque se transformó en un hermano. Esas personas fueron las que hicieron que me metiera de lleno en este deporte”, recordó. Fanático del PlayStation, Guillermo se fue haciendo un verdadero jugador de rugby a tal punto que entró directo a la etapa del profesionalismo en medio de la gran transformación que tuvo el rugby uruguayo. Hasta ese momento, era un trabajador más en la carnicería de su padre y estudiaba Administración de Empresas. Las dos cosas las sigue haciendo, pero con menos frecuencia que antes.

Si tiene que ayudar a su padre en el comercio, se hace el tiempo y lo ayuda. Si tiene que preparar un examen, lo apronta. Eso sí, si cae en medio de una competencia del rugby, hoy el deporte es la prioridad. “Con la creación de Peñarol Rugby varios pasamos a ser jugadores profesionales, a vivir de esto y a tener otras responsabilidades. También otras oportunidades porque la Unión de Rugby del Uruguay nos da la chance de tener becas de estudio y tenés otro margen”, remarcó.

El objetivo de Guille es poder finalizar la carrera universitaria, pero va “pasito a pasito” porque “no es una preocupación para mí más allá de que sé que la tengo que terminar en algún momento para tener un título”. Hoy la cabeza de Pujadas está en el rugby y en Los Teros. El hooker ya palpita su segundo Mundial: “Una posición como la mía requiere de mucha madurez y experiencia. Me siento más maduro que en Japón 2019 y con mucho más trabajo arriba producto de la preparación que hicimos para esta Copa del Mundo. Llegamos muy bien. La diferencia con los grandes equipos mundialistas es la competencia. Ellos compiten todo el tiempo entre sí y para nosotros es complicado conseguir esos partidos, pero confío plenamente en lo que preparó el staff de Uruguay y además, no creo que haya un equipo que entrene más que nosotros y que haga más cosas que nosotros. Eso me deja muy tranquilo para ir a buscar el objetivo que tenemos”.

La meta de Los Teros es hacer historia -ganarle a Italia y Namibia- y la de Guillermo Pujadas poner su granito de arena para empujar a un equipo que quiere volver a shockear al mundo.

Una complicada lesión lo sacó del fútbol a los 12 años y le impidió el sueño de buscar ser jugador profesional. Pero las vueltas de la vida llevaron a Guillermo Pujadas (26) a meterse en el rugby. Fue a entrenar, probó, se enamoró de este deporte y nunca más se separó de la ovalada. Ahora va por su segunda Copa del Mundo con Los Teros.

El hooker no llegó a ser profesional en el fútbol, pero esa condición la consiguió en el rugby jugando para el club de sus amores: Peñarol.
Y nada fue sencillo en el camino del Bomba porque los golpes que sufrió siendo muy chico parecían ser el preámbulo de todo lo que se iba a venir después, pero con un sabor diferente. “A los 12 me fracturé el fémur jugando un fútbol 5 y me costó mucho la recuperación porque fue como un año y medio. Quise volver al fútbol y mi cuerpo no acompañó. Todo había cambiado y desistí del fútbol. Pero siempre me gustaron los deportes. Probé con el básquetbol y no me gustó. Y un amigo del liceo me dijo para ir a verlo jugar al rugby en un partido de Champagnat. Le dije que iba y a partir de ahí nunca más me separé del rugby”, le contó Guillermo Pujadas a Ovación.

El fútbol nunca dejó de ser parte de la vida de Guille y a pesar de que la mayor parte de su día se la lleva el rugby, siempre hay tiempo para ver un partido por TV. Y esa lesión que sufrió no fue fácil para el hooker. “Tenía 12 años y fue una operación heavy. Me metieron una placa y nueve tornillos. Tuve un yeso que me cubría desde el pecho al tobillo durante dos meses. Después de eso fue como empezar de cero. Tuve que volver a caminar primero y a los siete meses me volvieron a operar para sacarme la placa y los tornillos porque los médicos no querían que yo creciera con eso porque me podía llegar a complicar”, recordó. “Cuando me sacaron la chapa fue todo más rápido porque a partir de ahí aprendí a caminar de nuevo, luego a trotar y después a correr, entonces me propuse meterme a hacer algo y ahí arranqué de nuevo. Opté por el rugby”, dijo Pujadas, que gracias a aquel amigo del Liceo llegó a Champagnat, el club de Punta Carretas que se transformó rápidamente en su segunda casa. El rugby lo enamoró, le regaló amigos y también muchas alegrías. “Yo llegué a Champa y me hice cinco amigos que hasta el día de hoy los mantengo y son clave en mi vida. La disciplina del rugby me encantó, que sea un deporte de contacto también y me divertía mucho ir a jugar. Hasta el día de hoy me divierte. Fue un amor a primera vista”, explicó.

Cambiar de deporte y pasar del fútbol al rugby no fue tan complicado para Guillermo Pujadas. Lo más bravo fue contarle a su familia, sobre todo, a su madre. “Lo más duro de todo eso fue tener que ir a contarle a mi vieja que quería jugar al rugby después de todo lo que me había pasado y de todo lo que habíamos vivido jugando al fútbol. En el rugby iba a ser mucho peor (risas). Pero recién me fue a ver cuando yo tenía 18 años en un partido previo a un Sudamericano Juvenil”. “Mi viejo al principio también estaba negado y capaz era algo normal porque no éramos una familia del rugby o ligada a este deporte. Pero papá a los dos años de haber empezado a jugar le dije que me fuera a ver, fue y quedó fascinado. A partir de ahí no se perdió ningún partido. Mamá siempre apoyó también, pero le costaba por todo lo que había vivido con la lesión, pero un día juntó fuerzas y le pasó lo mismo que a mi viejo: me fue a ver y no me soltó nunca más la mano”, contó.

Mientras tanto, el amor de Guillermo Pujadas y el rugby ya estaba consolidado: “Los primeros años fueron de mucho aprendizaje, agarrar la pelota e ir para adelante. A partir de ahí que ya con 15 años entrás en los procesos de selecciones te vas metiendo mucha más información en la mochila y seguís aprendiendo en todo sentido”.

En Champagnat, Guille hizo amigos y también conoció a grandes entrenadores que le fueron marcando el interminable camino de aprendizajes que hasta hoy continúa recorriendo el hooker de 26 años.
“En Champa tuve muy buenos técnicos como Alejandro Nieto, Rodrigo Durán y también Gonzalo Nieto. Son un montón y todos muy buenos. Ale fue de los primeros, el que más bola me dio y creo que vio algo en mí. Aparte él era mi ídolo porque me encantaba lo que hacía, cómo jugaba (estaba en la selección uruguaya) y cómo lo veíamos nosotros los jugadores. Cuando me tocó entrar a Los Teros en 2018, en una de las charlas que tuvimos dije que era mi ídolo y que era un placer poder estar jugando con él. Por suerte fueron varios años porque se transformó en un hermano. Esas personas fueron las que hicieron que me metiera de lleno en este deporte”, recordó. Fanático del PlayStation, Guillermo se fue haciendo un verdadero jugador de rugby a tal punto que entró directo a la etapa del profesionalismo en medio de la gran transformación que tuvo el rugby uruguayo. Hasta ese momento, era un trabajador más en la carnicería de su padre y estudiaba Administración de Empresas. Las dos cosas las sigue haciendo, pero con menos frecuencia que antes.

Si tiene que ayudar a su padre en el comercio, se hace el tiempo y lo ayuda. Si tiene que preparar un examen, lo apronta. Eso sí, si cae en medio de una competencia del rugby, hoy el deporte es la prioridad. “Con la creación de Peñarol Rugby varios pasamos a ser jugadores profesionales, a vivir de esto y a tener otras responsabilidades. También otras oportunidades porque la Unión de Rugby del Uruguay nos da la chance de tener becas de estudio y tenés otro margen”, remarcó.

El objetivo de Guille es poder finalizar la carrera universitaria, pero va “pasito a pasito” porque “no es una preocupación para mí más allá de que sé que la tengo que terminar en algún momento para tener un título”. Hoy la cabeza de Pujadas está en el rugby y en Los Teros. El hooker ya palpita su segundo Mundial: “Una posición como la mía requiere de mucha madurez y experiencia. Me siento más maduro que en Japón 2019 y con mucho más trabajo arriba producto de la preparación que hicimos para esta Copa del Mundo. Llegamos muy bien. La diferencia con los grandes equipos mundialistas es la competencia. Ellos compiten todo el tiempo entre sí y para nosotros es complicado conseguir esos partidos, pero confío plenamente en lo que preparó el staff de Uruguay y además, no creo que haya un equipo que entrene más que nosotros y que haga más cosas que nosotros. Eso me deja muy tranquilo para ir a buscar el objetivo que tenemos”.

La meta de Los Teros es hacer historia -ganarle a Italia y Namibia- y la de Guillermo Pujadas poner su granito de arena para empujar a un equipo que quiere volver a shockear al mundo.

Felipe Berchesi: el arquitecto que se recibió jugando en Europa

Con la misma energía con la que iba de un lado a otro en bicicleta siendo un niño para practicar varios deportes, Felipe Berchesi (32) cumplió un gran objetivo de su vida y siendo un profesional del rugby se recibió de arquitecto, formó una familia y hoy apronta su tercer Mundial con Los Teros.

A los 4 años, Felo empezó a jugar al rugby en el Saint Patrick’s ya que era un deporte curricular, pero con el paso del tiempo nunca lo abandonó y siguió. “Siempre hice mucho deporte. Atletismo, fútbol, rugby y tenis también. Un poco de todo y eso lo hice hasta los 12 años. A los 7 arranqué a ir al Carrasco Polo. De la práctica de tenis me iba a la de rugby y de ahí a la de fútbol. Todo lo hacía en bicicleta porque tenía mucha energía y la aprovechaba al máximo para el deporte, pero llegó un momento que tuve que elegir y me quedé con el rugby porque era donde estaba más contento, donde tenía más amigos y me iba bien”, contó Felipe Berchesi a Ovación.

En Carrasco Polo, Felipe se ganó su lugar, hizo todo el proceso de formativas hasta debutar en Primera División en 2009. Paralelamente fue convocado a las selecciones juveniles de Uruguay. “Me citaron a unas preselecciones de M17 y estuve hasta 2011 antes de llegar a Los Teros. Llevo 12 años en la selección mayor y la verdad no tengo la cantidad de partidos que me gustaría tener estando 12 años, pero jugando en el exterior es bastante complicado arreglarse con los clubes y venir a todos los partidos. Siempre hay que estar negociando y es un poco el lado oscuro que tiene esto, entonces se me hace un poco más difícil poder estar como me gustaría con la selección”, dijo.

Felipe tiene 39 partidos con Los Teros, siete en Mundiales y un récord que alcanzó en Japón 2019: se convirtió en el máximo goleador de la Celeste en la Copa del Mundo con 45 puntos.

Como jugador profesional el camino del apertura que en 2013 se fue a probar suerte a Europa para firmar en el Rugby Badia de Italia no ha sido fácil. Siempre hubo obstáculos, pero siempre tuvo la energía y el temple para poder superarlos y animarse a dar un paso más.
Se fue en 2013 y no volvió más a Uruguay, salvo para las fiestas, vacaciones y las fechas en las que el calendario y sus clubes le permitían sumarse a Los Teros.
“En una de las tantas charlas que tuvimos en la preparación para este Mundial en el Charrúa hablamos todos de los sacrificios que teníamos que hacer o que tuvimos que hacer en determinado momento de nuestras carreras y a veces los clubes no lo entienden porque vos estás jugando por tu selección y para nosotros es un orgullo ponernos la Celeste, pero la realidad es que yo hoy no tengo club. No me renovaron porque tenía el Mundial y no iba a estar con ellos durante cuatro meses”, explicó Felipe.

“Si yo no iba al Mundial tenía club. Es algo que no tiene una explicación racional y capaz quedamos como unos locos, pero verdaderamente representar a la selección es un motivo de orgullo para tu club, tu familia, tus amigos y es algo que no tiene precio y que hace que todo valga la pena”, agregó.

Felipe Berchesi lleva más de 10 años en el Viejo Continente y estando en Europa, cerró un proyecto de vida que había comenzado en Montevideo: se recibió de arquitecto.

Y no fue una carrera elegida al azar sino que fue un combo familiar que lo llevó a inclinarse por esa profesión. “De chico me gustaba mucho dibujar y en mi casa cuando había una obra pedía para ir y mirar. Me encantaba. En mi familia nunca hubo gente de ese palo más allá de que mi abuelo había arrancado algunos estudios de arquitectura y siempre íbamos los domingos a la casa a construir cosas. Empecé el liceo y dibujo era una materia que me encantaba. A eso se sumó que mi madre pinta y fue el lado más artístico por decirlo de alguna manera”, recordó.

Arrancó la Facultad de Arquitectura en Montevideo, hizo hasta la mitad de tercero combinando el rugby, los estudios y un trabajo de medio horario.
La energía seguía siendo un factor clave en el día a día de Felipe. En 2013 se fue a Italia y los estudios quedaron algo postergados: “De 8:00 a 13:00 estudiaba, de 14:00 a 18:00 laburaba y de ahí me iba al club hasta las 22:00. Pero llegó un momento en el que estaba por decidir qué hacer. Si seguía con la facultad y dejaba un poco el rugby o al revés. Ahí surgió la chance de irme a Italia. Me fui, estuve un año y luego pasé a Francia, donde hace nueve que estoy”, explicó.

Pero nunca se olvidó de sus objetivos y aprovechó al máximo la pandemia de coronavirus para terminar la carrera: “Estando en Dax, cuando le agarré la mano al idioma, retomé los estudios y apliqué para una Universidad en Burdeos y otra en San Sebastián, que me quedaba a una hora y me hicieron la mejor reválida. Iba dos o tres veces por semana después de cada entrenamiento y lo tuve que negociar con el club, pero lo aceptaron. Fue un esfuerzo enorme. Vino la pandemia y la verdad que de hacer cuatro materias al año me anoté a ocho y casi que ni la vi pasar a la pandemia porque la vi como una oportunidad para poder terminar y al recibirme en España el título es válido para toda la Unión Europea”, contó.

Antes de ese hito, Felipe se perdió muchas cosas desde el punto de vista social porque mientras viajaba en ómnibus junto al plantel para jugar, él estudiaba. No iba a muchas juntadas o no se tomaba un café con sus compañeros por estudiar, pero lo bancaban y lo entendían. El objetivo era poder tener el ansiado título: “En el último semestre de la carrera nació mi hija Belén y todo se duplicó, pero fue increíble. Hoy tengo la tranquilidad de que si en el día de mañana tengo que dejar de jugar al rugby, como por ejemplo ahora que no tengo club y no se qué pasará después del Mundial, ya estoy recibido”.

El próximo desafío de Felipe Berchesi es el Mundial de Francia y así lo describió: “Hay un grupo muy bueno de jugadores y staff que nos alientan a no quedarnos en lo que pasó en Japón 2019 sino que quieren ir por más y por eso nos pusimos la meta de poder hacer historia”.

Con la misma energía con la que iba de un lado a otro en bicicleta siendo un niño para practicar varios deportes, Felipe Berchesi (32) cumplió un gran objetivo de su vida y siendo un profesional del rugby se recibió de arquitecto, formó una familia y hoy apronta su tercer Mundial con Los Teros.

A los 4 años, Felo empezó a jugar al rugby en el Saint Patrick’s ya que era un deporte curricular, pero con el paso del tiempo nunca lo abandonó y siguió. “Siempre hice mucho deporte. Atletismo, fútbol, rugby y tenis también. Un poco de todo y eso lo hice hasta los 12 años. A los 7 arranqué a ir al Carrasco Polo. De la práctica de tenis me iba a la de rugby y de ahí a la de fútbol. Todo lo hacía en bicicleta porque tenía mucha energía y la aprovechaba al máximo para el deporte, pero llegó un momento que tuve que elegir y me quedé con el rugby porque era donde estaba más contento, donde tenía más amigos y me iba bien”, contó Felipe Berchesi a Ovación.

En Carrasco Polo, Felipe se ganó su lugar, hizo todo el proceso de formativas hasta debutar en Primera División en 2009. Paralelamente fue convocado a las selecciones juveniles de Uruguay. “Me citaron a unas preselecciones de M17 y estuve hasta 2011 antes de llegar a Los Teros. Llevo 12 años en la selección mayor y la verdad no tengo la cantidad de partidos que me gustaría tener estando 12 años, pero jugando en el exterior es bastante complicado arreglarse con los clubes y venir a todos los partidos. Siempre hay que estar negociando y es un poco el lado oscuro que tiene esto, entonces se me hace un poco más difícil poder estar como me gustaría con la selección”, dijo.

Felipe tiene 39 partidos con Los Teros, siete en Mundiales y un récord que alcanzó en Japón 2019: se convirtió en el máximo goleador de la Celeste en la Copa del Mundo con 45 puntos.

Como jugador profesional el camino del apertura que en 2013 se fue a probar suerte a Europa para firmar en el Rugby Badia de Italia no ha sido fácil. Siempre hubo obstáculos, pero siempre tuvo la energía y el temple para poder superarlos y animarse a dar un paso más. Se fue en 2013 y no volvió más a Uruguay, salvo para las fiestas, vacaciones y las fechas en las que el calendario y sus clubes le permitían sumarse a Los Teros. “En una de las tantas charlas que tuvimos en la preparación para este Mundial en el Charrúa hablamos todos de los sacrificios que teníamos que hacer o que tuvimos que hacer en determinado momento de nuestras carreras y a veces los clubes no lo entienden porque vos estás jugando por tu selección y para nosotros es un orgullo ponernos la Celeste, pero la realidad es que yo hoy no tengo club. No me renovaron porque tenía el Mundial y no iba a estar con ellos durante cuatro meses”, explicó Felipe.

“Si yo no iba al Mundial tenía club. Es algo que no tiene una explicación racional y capaz quedamos como unos locos, pero verdaderamente representar a la selección es un motivo de orgullo para tu club, tu familia, tus amigos y es algo que no tiene precio y que hace que todo valga la pena”, agregó.

Felipe Berchesi lleva más de 10 años en el Viejo Continente y estando en Europa, cerró un proyecto de vida que había comenzado en Montevideo: se recibió de arquitecto.

Y no fue una carrera elegida al azar sino que fue un combo familiar que lo llevó a inclinarse por esa profesión. “De chico me gustaba mucho dibujar y en mi casa cuando había una obra pedía para ir y mirar. Me encantaba. En mi familia nunca hubo gente de ese palo más allá de que mi abuelo había arrancado algunos estudios de arquitectura y siempre íbamos los domingos a la casa a construir cosas. Empecé el liceo y dibujo era una materia que me encantaba. A eso se sumó que mi madre pinta y fue el lado más artístico por decirlo de alguna manera”, recordó.

Arrancó la Facultad de Arquitectura en Montevideo, hizo hasta la mitad de tercero combinando el rugby, los estudios y un trabajo de medio horario.
La energía seguía siendo un factor clave en el día a día de Felipe. En 2013 se fue a Italia y los estudios quedaron algo postergados: “De 8:00 a 13:00 estudiaba, de 14:00 a 18:00 laburaba y de ahí me iba al club hasta las 22:00. Pero llegó un momento en el que estaba por decidir qué hacer. Si seguía con la facultad y dejaba un poco el rugby o al revés. Ahí surgió la chance de irme a Italia. Me fui, estuve un año y luego pasé a Francia, donde hace nueve que estoy”, explicó.

Pero nunca se olvidó de sus objetivos y aprovechó al máximo la pandemia de coronavirus para terminar la carrera: “Estando en Dax, cuando le agarré la mano al idioma, retomé los estudios y apliqué para una Universidad en Burdeos y otra en San Sebastián, que me quedaba a una hora y me hicieron la mejor reválida. Iba dos o tres veces por semana después de cada entrenamiento y lo tuve que negociar con el club, pero lo aceptaron. Fue un esfuerzo enorme. Vino la pandemia y la verdad que de hacer cuatro materias al año me anoté a ocho y casi que ni la vi pasar a la pandemia porque la vi como una oportunidad para poder terminar y al recibirme en España el título es válido para toda la Unión Europea”, contó.

Antes de ese hito, Felipe se perdió muchas cosas desde el punto de vista social porque mientras viajaba en ómnibus junto al plantel para jugar, él estudiaba. No iba a muchas juntadas o no se tomaba un café con sus compañeros por estudiar, pero lo bancaban y lo entendían. El objetivo era poder tener el ansiado título: “En el último semestre de la carrera nació mi hija Belén y todo se duplicó, pero fue increíble. Hoy tengo la tranquilidad de que si en el día de mañana tengo que dejar de jugar al rugby, como por ejemplo ahora que no tengo club y no se qué pasará después del Mundial, ya estoy recibido”.

El próximo desafío de Felipe Berchesi es el Mundial de Francia y así lo describió: “Hay un grupo muy bueno de jugadores y staff que nos alientan a no quedarnos en lo que pasó en Japón 2019 sino que quieren ir por más y por eso nos pusimos la meta de poder hacer historia”.

Diego Arbelo: trabajó de Uber para convertirse en rugbista profesional

Diego Arbelo es un claro ejemplo de que el rugby es para todos. Encontró su lugar en este deporte, la peleó mucho, sufrió bastante por algunas lesiones y estuvo cerca de dejarlo, pero las ganas pudieron más y ahora jugará su segundo Mundial con Los Teros.

Llegó al rugby gracias a un adscripto del Colegio San José de la Providencia de Belvedere que puso esta disciplina curricular. “Me colgué. Tenía 13 años, estaba al pedo (risas) y me enganché. Yo empecé haciendo básquetbol y rugby, pero me fracturé la clavícula y tuve que frenar unos seis meses. Volví y empecé a jugar al voleibol y durante un tiempo estuve jugando a esos tres deportes”, le contó el primera línea celeste a Ovación.

A los 17 años optó por seguir solo en rugby. El cuerpo ya no daba para todo y el que mucho abarca, poco aprieta. “Me gustaba más y objetivamente no me hubiese ido tan bien en los otros deportes porque para el básquetbol era bajo y si bien en el voleibol no andaba mal, estaba en un nivel de colegio nada más”, recordó.

La Olla de Florida fue su primer equipo. Viajaba todos los fines de semana a jugar. Eso lo desgastó un poco y luego pasó al Círculo de Tenis de Montevideo. Llegó a las selecciones juveniles, jugó dos Mundiales M20 y el último lo hizo con los meniscos rotos, lo que le costó una operación. “Fueron tiempos difíciles porque llevó muchos meses conseguir una resonancia para luego operarme. Si me pasa hoy, te operan al toque, pero antes no era fácil”, contó.

En su etapa de juvenil con Los Teritos hizo una muy buena relación con Pablo Lemoine -hoy entrenador de Chile en la primera Copa del Mundo de Los Cóndores y anteriormente head coach de Los Teros-, quien lo llamó a Diego para que se fuera a jugar al Montevideo Cricket Club. No es fácil cambiar de club en el rugby uruguayo y así lo explicó Diego Arbelo: “Fue una decisión dura porque dejás un equipo, compañeros y amigos. No todo el mundo se lo toma bien y es entendible, pero era un paso que tenía que dar. Yo estaba algo desmotivado y necesitaba un cambio. En Cricket me recibieron muy bien y yo llegué al club para tener más y mejor competencia y cumplir un objetivo que era volver a la selección. Me tuve que ganar el puesto, pelearla desde abajo y jugar en Intermedia también para poder crecer como jugador”.

Rumbo al Mundial de Japón 2019 lo llamaron de Los Teros y todo se iba poniendo en su lugar. Jugó esa Copa del Mundo y la recuerda por el histórico triunfo ante Fiji: “Toda la preparación tuvo el foco puesto en ese partido. Estábamos convencidos de que podíamos. Creo que un poco nos subestimaron y a nosotros se nos dio. Resonó en todos lados y es algo que con el tiempo vamos a recordar siempre con mucho cariño y con orgullo”.
En ese momento Diego ya tenía decidido ser un jugador profesional de rugby. Puso a este deporte por encima de todo. Trabajó como Uber para tener sus ingresos y empezar a diseñar una vida ligada por completo al deporte de la ovalada.

“La forma que tenía de conseguir un auto era esa. Las canchas son lejos y las distancias son complicadas. Tomé esa decisión con el objetivo de dedicarme al rugby por completo. Jugaba los sábados, luego me ponía a laburar toda la noche para hacer rendir el trabajo y tener algunas ganancias. Me mudé cerca del Estadio Charrúa para estar acá en la vuelta y desde esa época vengo derechito por suerte”, explicó.

Arbelo le puso mucho pienso y por supuesto, mucho corazón. Las vacaciones no pasaron a ser cuando él las quería, sino cuando el rugby se las permitía. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa y hoy es parte de la franquicia profesional de Peñarol Rugby y va por su segunda Copa del Mundo con Los Teros.

Los tragos amargos de las lesiones ya quedaron atrás a pesar de convivir con artrosis en una rodilla, pero Diego vivió un momento complicado en la previa a Francia 2023. Su padre falleció unos días antes del amistoso frente a Namibia en agosto y fue un duro golpe, pero decidió jugar. Lo hizo por él, por su padre que siempre lo apoyó y alentó, y por sus compañeros, que le retribuyeron ese gesto de estar con el plantel. “Me sirvió mucho jugar ese partido y al grupo también porque me dijeron que los motivó pila que yo haya estado y eso demuestra la sintonía que tenemos todos”, dijo.

Ya en Francia a la espera del estreno de Los Teros, Diego Arbelo, aquel gurí del Rincón del Cerro que se metió de lleno en el rugby y se ganó su lugar en la selección a base de esfuerzo, ganas y sacrificio, buscará hacer historia junto a sus compañeros: “Vamos con un objetivo alto y es ganar dos partidos para quedar clasificados al próximo Mundial. Hicimos una preparación espectacular y si nos animamos a jugar como sabemos, yo creo que vamos a poder lograr todas nuestras metas”.

Diego Arbelo es un claro ejemplo de que el rugby es para todos. Encontró su lugar en este deporte, la peleó mucho, sufrió bastante por algunas lesiones y estuvo cerca de dejarlo, pero las ganas pudieron más y ahora jugará su segundo Mundial con Los Teros.

Llegó al rugby gracias a un adscripto del Colegio San José de la Providencia de Belvedere que puso esta disciplina curricular. “Me colgué. Tenía 13 años, estaba al pedo (risas) y me enganché. Yo empecé haciendo básquetbol y rugby, pero me fracturé la clavícula y tuve que frenar unos seis meses. Volví y empecé a jugar al voleibol y durante un tiempo estuve jugando a esos tres deportes”, le contó el primera línea celeste a Ovación.

A los 17 años optó por seguir solo en rugby. El cuerpo ya no daba para todo y el que mucho abarca, poco aprieta. “Me gustaba más y objetivamente no me hubiese ido tan bien en los otros deportes porque para el básquetbol era bajo y si bien en el voleibol no andaba mal, estaba en un nivel de colegio nada más”, recordó.

La Olla de Florida fue su primer equipo. Viajaba todos los fines de semana a jugar. Eso lo desgastó un poco y luego pasó al Círculo de Tenis de Montevideo. Llegó a las selecciones juveniles, jugó dos Mundiales M20 y el último lo hizo con los meniscos rotos, lo que le costó una operación. “Fueron tiempos difíciles porque llevó muchos meses conseguir una resonancia para luego operarme. Si me pasa hoy, te operan al toque, pero antes no era fácil”, contó.

En su etapa de juvenil con Los Teritos hizo una muy buena relación con Pablo Lemoine -hoy entrenador de Chile en la primera Copa del Mundo de Los Cóndores y anteriormente head coach de Los Teros-, quien lo llamó a Diego para que se fuera a jugar al Montevideo Cricket Club. No es fácil cambiar de club en el rugby uruguayo y así lo explicó Diego Arbelo: “Fue una decisión dura porque dejás un equipo, compañeros y amigos. No todo el mundo se lo toma bien y es entendible, pero era un paso que tenía que dar. Yo estaba algo desmotivado y necesitaba un cambio. En Cricket me recibieron muy bien y yo llegué al club para tener más y mejor competencia y cumplir un objetivo que era volver a la selección. Me tuve que ganar el puesto, pelearla desde abajo y jugar en Intermedia también para poder crecer como jugador”.

Rumbo al Mundial de Japón 2019 lo llamaron de Los Teros y todo se iba poniendo en su lugar. Jugó esa Copa del Mundo y la recuerda por el histórico triunfo ante Fiji: “Toda la preparación tuvo el foco puesto en ese partido. Estábamos convencidos de que podíamos. Creo que un poco nos subestimaron y a nosotros se nos dio. Resonó en todos lados y es algo que con el tiempo vamos a recordar siempre con mucho cariño y con orgullo”.

En ese momento Diego ya tenía decidido ser un jugador profesional de rugby. Puso a este deporte por encima de todo. Trabajó como Uber para tener sus ingresos y empezar a diseñar una vida ligada por completo al deporte de la ovalada. “La forma que tenía de conseguir un auto era esa. Las canchas son lejos y las distancias son complicadas. Tomé esa decisión con el objetivo de dedicarme al rugby por completo. Jugaba los sábados, luego me ponía a laburar toda la noche para hacer rendir el trabajo y tener algunas ganancias. Me mudé cerca del Estadio Charrúa para estar acá en la vuelta y desde esa época vengo derechito por suerte”, explicó.

Arbelo le puso mucho pienso y por supuesto, mucho corazón. Las vacaciones no pasaron a ser cuando él las quería, sino cuando el rugby se las permitía. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa y hoy es parte de la franquicia profesional de Peñarol Rugby y va por su segunda Copa del Mundo con Los Teros.

Los tragos amargos de las lesiones ya quedaron atrás a pesar de convivir con artrosis en una rodilla, pero Diego vivió un momento complicado en la previa a Francia 2023. Su padre falleció unos días antes del amistoso frente a Namibia en agosto y fue un duro golpe, pero decidió jugar. Lo hizo por él, por su padre que siempre lo apoyó y alentó, y por sus compañeros, que le retribuyeron ese gesto de estar con el plantel. “Me sirvió mucho jugar ese partido y al grupo también porque me dijeron que los motivó pila que yo haya estado y eso demuestra la sintonía que tenemos todos”, dijo.

Ya en Francia a la espera del estreno de Los Teros, Diego Arbelo, aquel gurí del Rincón del Cerro que se metió de lleno en el rugby y se ganó su lugar en la selección a base de esfuerzo, ganas y sacrificio, buscará hacer historia junto a sus compañeros: “Vamos con un objetivo alto y es ganar dos partidos para quedar clasificados al próximo Mundial. Hicimos una preparación espectacular y si nos animamos a jugar como sabemos, yo creo que vamos a poder lograr todas nuestras metas”.

PRESENTA

Producción y textos: Enrique Arrillaga
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