Cacho de la Cruz
“Sos un poema en mi vida”, le dice Fito Páez (1963) —músico, compositor, referente del rock argentino— a Ruben Rada, en este video en el que cuenta la magia de su primer encuentro y habla de anacondas, de familia, de amor y del irresistible “charm” del Negro.
Sandra Mihanovich (1957), una de las voces más representativas de la música argentina, recuerda sus primeros encuentros con Rada, en la Buenos Aires de los años ochenta, y le hace un regalo personal: canta y toca un fragmento de “Negro”, un clásico de Tótem.
HUGO FATTORUSO
En los años 80, antes de consagrarse con la banda Níquel y luego como solista entre la milonga y el rock, Jorge Nasser (1956) “agitaba” la cultura en Buenos Aires y oficiaba de periodista. Una vez convocó a Ruben Rada a su apartamento de la calle porteña Chacabuco, para entrevistarlo, y quiso agasajarlo con una botella de vino, pero nada salió como lo había planeado. Le cuenta a El País esa anécdota y una yapa.
FERNANDO PELÁEZ
«Aquí va una anécdota rara y cortita. Si bien yo conocía muchísimo sobre la trayectoria de Rada, en las reuniones que mantuve con él para la confección del libro aprendí varias historias inéditas hasta ese momento. Por ejemplo, que con el grupo S.O.S habían tocado en la Antártida en 1974, cuento que me hizo en 2013, cuando se concretaba el toque de Metallica en ese mismo lugar.
Según él, habían hecho un trabajo buenísimo desde el punto de vista económico, con cinco cruceros que hacían Ushuaia, Malvinas, Antártida; cinco viajes así. Se acordaba de que el barco se llamaba Regina Prima. No es que dudara de esa historia, pero nunca antes la había contado y en internet no aparecía nada, obviamente, por la lejanía en el tiempo. Yo no tenía posibilidades de corroborarla, hasta que entrevisté a los extraordinarios músicos que lo acompañaron en S.O.S.
Entonces, cuando le consulté a Luis Cerávolo (baterista de jazz, de Piazolla y tantos otros), me dijo: “Claro, fueron impresionantes esos cruceros. Cuando bajábamos a caminar por la nieve con todos los pasajeros, Rada jodía y les decía que si se perdían lo buscaran a él, pues era el punto más reconocible de toda la Antártida. Mil historias como esa en un par de años de grupo. Y hablando más en serio, estaba el candombe que me enseñó Rada. Bueno, no considero que yo haya llegado a entenderlo del todo, pero me empezó a encantar todo lo que mostraba Rada. Antes me parecía horrible y, cuando empecé a tocar lo que Rada me mostró, me encantó el candombe”.»